14 de mayo de 2012

Bendice alma mía

Cancion de Vicente
Bendice, hoy alma mía al Señor
todo mi ser hoy bendiga su santo nombre
el es quien corona mi vida de favores
el que te llena de misericordia
Sacia de bienes tu boca
rescata del hoyo tu vida
el perdona tus iniquidades
sana todas tus dolencias

Bendice hoy, alma mía
todo mi ser hoy bendiga su santo nombre
es el que corona tu vida de favores
el que te llena de sus misericordias.
En los cielos estableció su trono
su reino es dominio eterno
por eso bendice , alma mía a tu Dios.
(Vicente montaño)

10 de mayo de 2012

Criticas que realizan los mismos indignados

El movimiento 15 M hace su crítica 


"De rebote, como todos". Así llegó Chema Ruiz a la acampada de Sol. Un año después, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca es su hogar. Se le adivina una sonrisa cuando recuerda los 220 desahucios que ya han evitado, aún así, conoce sus limitaciones. Bueno, las de todos; las del movimiento y las del género humano, "vago por naturaleza". Cuando le preguntan por el talón de Aquiles del 15-M, no titubea: "Tener un plan. Eso le falta". Junto a otros protagonistas de la #spanihsrevolution, Ruiz mira hacia adentro y reflexiona sobre los puntos débiles del movimiento.

Hace un llamamiento a un debate de fondo, "que no se ha hecho", para definir un objetivo. "El 15-M nace muy aséptico. Hay que definir cuál es el modelo de sociedad que queremos y cuáles son las vías para conseguirlo". No ignora la dificultad que eso entraña. "Aunar todas las ideologías, pensamientos... es muy complicado, pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil. Partimos de una sociedad individualizada, donde la gente va a la suya. Son muchos años de adoctrinamiento que va a costar romper, pero hablamos más de siglas y de etiquetas, una vez que rompamos con ellas, ya está".

Desde Asamblea Sol también ven en este punto una de sus dianas, pero no disparan los mismos dardos. "El plan es que no hay plan". Apuntan a una concepción errónea de lo que es 15-M. "El movimiento es un estado emocional colectivo, y el principal problema llega cuando se intenta ordenar lo inordenable". Se buscaron respuestas tanto dentro como fuera, "mucho tuvo que ver también la prensa reclamando una voz única, un programa... algo que no tiene sentido seguir buscando". Un caso diferente son los colectivos y asambleas de barrios, "ellos pueden tener su agenda, incluso se puede llegar a formar en un futuro un partido político. Pero no será el 15-M como conjunto".

En esta misma dirección se pronuncia Víctor, miembro de la asamblea de Tetuán. "Uno de los mayores problemas es que en la sociedad, en los medios, incluso en el movimiento, no se ha hecho una reflexión acertada de lo que es el 15-M". Comenta que esto ha llevado a errores, a que la gente espere cosas que, "de momento, no pueden ser". Víctor piensa que el nivel de exigencia ha sido muy elevado, tanto por los medios como por la sociedad. Explica que esta inconcreción hace que "evolucione de una forma muy lenta. Se trata de un movimiento de conciencia y se camina poco a poco. Todo se basa en el compromiso de cada uno. ¿A dónde irá? No lo sé. Pero seguirá".

Pentecostés- Qué poder nos mueve¿?

Pentecostés: ¿Qué "espíritu" nos mueve?



Evangelio: Lucas 14, 15-16.23b-28

Por Juan Jáuregui

            A los hombres se les reconoce y aún se les califica por el espíritu que les anima:

            El espíritu del poder anima al político, y sin él, posiblemente se quedaría tranquilamente en su casa. Al menos, eso es lo que pensamos los que no participamos de ese espíritu y apenas comprendemos cómo un hombre soporta la carga de ese poder que, para ellos, debe tener un atractivo especial.


            El espíritu de la competición anima al deportista y por él se entrena y se esfuerza. Subir al pódium de los mejores es su gran meta y su gran recompensa.

            El espíritu del dinero y de la influencia puede animar al ejecutivo, al hombre de negocios que vive día a día y momento a momento la tensión de un trabajo a veces agotador.

El espíritu de la vanidad puede animar a una "estrella" y estar siempre de actualidad y en primera fila le compensa de los sacrificios que tenga que hacer para conseguirlo.

            E incluso, hay hombres y mujeres a los que calificamos diciendo: "no tienen espíritu". Son los apáticos, los indiferentes, aquellos a los que resulta difícil saber cuál es el impulso que los anima, porque más bien parecen "inanimados".

            Esto es así. De tal manera que, parafraseando algunos dichos al uso, al hombre se le reconoce perfectamente viendo el espíritu que le anima.

            Al cristiano, también.

            Si un hombre o una mujer:

            Eligen siempre el último lugar pudiendo estar el primero por derecho propio…

            Es amigo de la verdad y procura ser siempre sincero…

            Si no hace distinción de personas, sonriendo a los ricos y tratando despectivamente a los pobres…

            Si cumple en su trabajo con responsabilidad y se alegra de que otros colaboren… para ir pasando él o ella a un segundo plano, sin sentirse molesto…

Colabora, buscando el bien de todos y no está pendiente de elogios y felicitaciones…

            Si no duda en dar generosamente su tiempo y su dinero a los demás, para que sean un poco más felices.

            Si es capaz de dejar su casa, su porvenir y su dinero para que la entrega a los demás sea más completa y sin trabas de ningún género.

            Si ama al prójimo como a sí mismo.

            Y si todo esto lo hace por Dios: estamos ante un cristiano o una cristiana al que anima el Espíritu Santo y al que se reconoce al primer golpe de vista.

            Pero, sinceramente: ¿cuántos cristianos hay así? Quizá no muchos. Es posible que, en cuanto a espíritu cristiano se refiere, seamos legión, aquellos a los que se nos podía calificar como "hombres sin espíritu", porque el espectáculo de nuestra vida espiritual es el de una vida apática, indiferente y vulgar. Vamos arrastrando pesadamente la carga de  unos actos cultuales a los que acudimos por "obligación" (¿Vale esta misa para mañana?, es una pregunta que se suele hacer…), y después de "cumplir", apenas ya nos queda nada de "ESPÍRITU" –con mayúscula- en nuestra vida. Podría decirse que estamos en una etapa semejante a la de los apóstoles en Pentecostés: miedosos, indiferentes, sin captar la gran misión para la que Cristo les había elegido a ellos y nos ha llamado a nosotros.

            Por eso, la frase de Cristo: "Recibid el Espíritu Santo", es, o debe ser, una urgencia en  la trayectoria de nuestro cristianismo. Nos hace falta la confirmación de nuestra fe. Nos hace falta vivir del Espíritu y que su impulso imparable nos sacuda de esa modorra en la que vegetamos sin ser capaces de ofrecer al mundo el espectáculo de un hombre o una mujer o una comunidad que cree y porque cree vive de acuerdo con sus creencias. Hoy no puede ser un día más en el que celebramos ritualmente la "venida del Espíritu Santo", cantamos su himno –que es precioso- y continuamos sin más, viviendo "sin espíritu". Hoy debe ser un día pleno, trascendente, que deje huella y que nos impulse a llenar ese vacío que encontramos a nuestro alrededor y que muchos han llamado "crisis de espíritu" y que, para nosotros, es crisis de Espíritu de Cristo, es decir, de Espíritu Santo.

            La Iglesia anda hoy preocupada por muchas cosas. Las gentes abandonan la práctica religiosa. Dios parece interesar cada vez menos. Las comunidades cristianas envejecen. Todo son problemas y dificultades. ¿Qué futuro nos espera? ¿Qué será de la fe en la sociedad de mañana?

            Las reacciones son diversas. Hay quienes viven añorando con nostalgia aquellos tiempos en que la religión parecía tener respuesta segura para todo.   Bastantes han caído en el pesimismo: es inútil echar remiendos, el cristianismo se desmorona. Otros buscan soluciones drásticas: hay que recuperar las seguridades fundamentales, fortalecer la autoridad, defender la ortodoxia. Sólo una Iglesia disciplinada y fuerte podrá afrontar el futuro.

            Pero, ¿dónde está la verdadera fuerza de los creyentes? ¿De dónde puede recibir la Iglesia vigor y aliento nuevo? En las primeras comunidades cristianas se puede observar un hecho esencial: los creyentes viven de una experiencia que ellos llaman "el Espíritu" y que no es otra cosa que la comunicación interior del mismo Dios. Él es el "dador de vida". El principio vital. Sin el Espíritu, Dios se ausenta, Cristo queda lejos como un personaje del pasado, el evangelio se convierte en letra muerta, la Iglesia es pura organización. Sin el Espíritu, la esperanza es reemplazada por la charlatanería, la misión evangelizadora se reduce a propaganda, la liturgia se congela, la audacia de la fe desaparece.

            Sin el Espíritu, las puertas de la Iglesia se cierran, el horizonte del cristianismo se empequeñece, la comunión se resquebraja, el pueblo y la jerarquía se separan. Sin el Espíritu, la catequesis se hace adoctrinamiento, se produce un divorcio entre teología y espiritualidad, la vida cristiana se degrada en "moral de esclavos". Sin el espíritu, la libertad se asfixia, surge la apatía o el fanatismo, la vida se apaga.

            El mayor pecado de la Iglesia actual es la "mediocridad espiritual". Nuestro mayor problema pastoral, el olvido del Espíritu. El pretender sustituir con la organización, el trabajo, la autoridad o la estrategia lo que sólo puede nacer de la fuerza del espíritu. No basta reconocerlo. Es necesario reaccionar y abrirnos a su acción.

            Lo esencial hoy es hacer sitio al Espíritu. Sin Pentecostés no hay Iglesia. Sin Espíritu no hay evangelización. Sin la irrupción de Dios en nuestras vidas, no se crea nada nuevo, nada verdadero. Si no se deja recrear y reavivar por el Espíritu Santo de Dios, la Iglesia no podrá aportar nada esencial al anhelo del hombre de nuestros días.

¿No pensais que es para reflexionar?

Los jóvenes y la Iglesia española

Publicado por antenamisionera en febrero 6, 2011

Por J. Altavista

Preguntados los jóvenes sobre la credibilidad y confianza que les daban 16 instituciones distintas, la primera fue la familia con más de 70% mientras que la Iglesia ocupaba la última (16º) con un 6% por debajo incluso que la política (15º).

Entre las razones que dan destacan:
* "es demasiado rica" (76%),
* se "mete demasiado en política" (64%),
* tiene "una postura anticuada sobre la vida sexual de la gente" (75%);
* "se mete demasiado en la vida de la gente diciéndole cómo tiene que vivir su vida" (63%),
* "dificulta con sus directrices disfrutar de la vida" (56%).


Se declaran católicos en un 53, 5% de los casos, aunque dicen que la religión "no tiene una gran influencia en sus vidas".

El 62% no entra nunca o prácticamente nunca en una iglesia y sólo el 7% cumple con el precepto dominical de ir a misa.

Hay que subrayar que el estudio está basado en una muestra bastante amplia: 3.513 chicos y chicas entre 15 y 24 años y está elaborado por un equipo de importantes sociólogos dirigidos por Leoncio Fernández.

Desde hace años la Iglesia viene perdiendo importancia en la vida de los jóvenes. Sin embargo como Iglesia no sabemos cómo responder a este desafío.

Mejor dicho, intentamos reaccionar montando un escenario de "cartón piedra" como en las películas, juntando un montón de "extras": jóvenes tradicionalistas y conservadores (del Opus Dei, de los Kikos, de Comunión y Liberación etc.…) y numerosos jóvenes de otros países para montar la "Jornada Mundial de la Juventud".

Posiblemente en el mes de agosto, durante unos días, veremos a gran número de jóvenes en las calles de Madrid. La gran concentración tendrá amplia repercusión en los medios de comunicación. Por un momento tendremos la sensación de que somos capaces de convocar grandes multitudes.

Luego volveremos a la vida de cada día.

En nuestras parroquias y comunidades cristianas será difícil ver a algún joven. Como mucho los encontraremos en movimientos espiritualistas lejanos a un compromiso evangélico con la realidad de la sociedad en que viven.

Para tranquilizar nuestra conciencia seguiremos cargando las culpas sobre ellos: su superficialidad, su falta de compromiso…

El hecho es que la brecha entre los jóvenes y la Iglesia sigue creciendo día a día. Y buena parte de la culpa la tenemos nosotros como Iglesia. Nos cuesta escucharlos, no sabemos responder a sus interrogantes y no somos capaces de ofrecerles caminos que les entusiasmen.
No nos dejemos engañar por el "cartón piedra" de los actos masivos. Es difícil encontrar un lugar donde haya una pastoral juvenil que responda a sus inquietudes reales.

Una iglesia donde la "clientela" tiene cada vez más años no tiene mucho futuro. Y, sin embargo, si volviéramos al evangelio tal como lo presentó Jesús, tendríamos un mensaje atractivo que ofrecer.

Puedes encontrar el informe completo en: